Tras un par de semanas de
desaparición, promovida por exámenes y otros asuntos de índole universitaria,
vengo aquí porque tras ver como mi compañera Lidia publicaba su opinión
personal sobre Suárez me he dicho… Lucía, a escribir te toca.
Al contrario que mi
compañera yo no hablaré de la muerte del político, mucha sangre se ha vertido
ya sobre el asunto y lo que tiene la política es que es como el fútbol, mucha
gente pierde los papeles por lo que debería ser únicamente una opinión. Y
aunque tengo muchas ideas acerca de la política hoy no tocaré el tema.
De lo que quiero hablar
es de una película que recientemente ha salido a nuestras pantallas y la cual
recomiendo: Ocho apellidos vascos. El planteamiento es simple: Un hombre
sevillano se enamora de una vasca (no vasca de Vitoria sino del norte, cuidadín
que es importante) y loco de amor por ella va al inhóspito norte a ver qué
pasa. La película está llena de los topicazos que los que somos del lugar
sabemos al dedillo y los que no lo son oyen de vez en cuando. Y quiero hablar
de esto porque quiero poner un poco de humor, al igual que los actores de Vaya
Semanita que son los que mueven el cotarro en esa película sin más ínfulas que
echarnos unas risas.
La razón del nombre de la
película radica en que “si eres un verdadero” vasco has de tener los ocho
apellidos vascos. De manera que el guion radica en que debemos reírnos de
nuestros propios defectos. Y lo hacen ya que muestran el topicazo: joven
borroka que se pelea contra España, nacido en pueblo, con padres conocidos de
toda la vida y acentazo a veces guipuzkuano a veces bizkaino (que son
diferentes partes de la comunidad y no, no tienen el mismo acento) según qué
actor hable en qué momento. ¿Por qué se ha de ver? Porque actualmente con todo
lo que debe de ser políticamente correcto, con tanta gente decidiendo por los
ajenos, con tanta gente considerando que si grita más alto nos quitaran
derechos (mujeres y el aborto, homosexuales y el matrimonio, estudiantes y las
becas erasmus etcétera, etcétera, etcétera) es momento de sentarnos un poco y
ver como aún podemos burlarnos de nosotros mismos, levantarnos y seguir
adelante.
Tenemos más capacidad de
recuperación de la que creemos. Y no lo dice una vasca orgullosa de que la
película trate de su comunidad, lo dice una joven que está harta de que la
gente grite y considera que en esta vida es necesaria la cantidad justa de
limón y de sal como cantaba Julieta Venegas.
De forma que cuando se
vea la película no hemos de fijarnos en las burlas a la política o a la mala
fama de una u otra comunidad. (Que estoy segura alguno verá y querrá sacar
polémica) Hemos de fijarnos en la sonrisita que se nos pone en la comisura del
labio y en la risa que de vez en cuando se nos escapa. No vamos a derribar un
imperio de naipes podridos con risas pero debemos tener el humor siempre a
mano. Y el humor más fuerte es la capacidad de reírse de uno mismo, ya sea por
tener ese prejuicio, ya sea porque convivamos tan a menudo con él que a veces
lo olvidamos.
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