jueves, 10 de julio de 2014

Yo venía aquí a hablar de mi hijo

Yo venía aquí a hablar de mi hijo. ¿Lo conocen? Es un niño rubio de preciosos ojos azules que tiene un pasado en la capital rusa y que ahora mismo, al fin, puedo darle amor.
Yo venía aquí a hablar de mi esposa, una mujer con la que luché durante años para tener un hijo in vitro (este es otro tema para otro tiempo) y, al final, nos decantamos por adoptar debido a que la primera opción nos era imposible.
Yo venía aquí a hablar de la ilusión que tuvimos cuando lo vimos, cuando recibimos los papeles de aceptación.
Yo vengo aquí a hablar de como ese niño no existe.

No, no estoy esperando tener un hijo y no, no creo que quiera tener un hijo durante al menos un par de años más. Pero estas frases podrían ser de dos madres.
O de dos padres.

Muchos sabréis a que me estoy refiriendo, Rajoy ha aceptado el trato de Putin y va a vetar a los homosexuales de tener la posibilidad de adoptar niños rusos. Y no se me entienda mal, a todas aquellas familias que sus niños van a ir a casa me alegro. De verdad. Estoy contenta porque, al fin, todos sus esfuerzos han servido para algo.

Pero un porcentaje de esas familias no van a tener a sus hijos simplemente por su orientación sexual, por amar a quien aman. No por ser padres o madres incapaces de darles una educación a sus hijos. No.
Sino por ser homosexuales y Rajoy, el presidente de España, un lugar en donde el matrimonio homosexual está acogido por la ley, ha dicho a Putin que aceptaba el trato.

Somos el primer país en decirle que sí a ese monstruo ruso. Somos el primer sitio que firmamos ese papel, diciendo de forma implícita que, da igual cuantas cabalgatas haya. O cuantas palabras digamos en pro de la igualdad. Al final de todo, en lo más hondo, el derecho de tener una familia se nos vetará.

Y si, se pueden adoptar de otros países pero ese trato que ha hecho es mucho más que una simple firma sobre una línea de puntos. Es el reflejo del ideario que se da al extranjero. Es la vergüenza y la indolencia, la aceptación implícita de que, mientras unos tengan da igual que los otros no tengan.
Es el mensaje entre líneas de que no, no tenemos los mismos derechos.

Yo venía a hablar de mi hijo, pero soy homosexual y no puedo decirlo.