jueves, 27 de febrero de 2014

Consumo, luego existo

“Me llamo Octave y llevo ropa de APC. Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el Photoshop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.
13’99 euros - Frédéric  Beigbeder

El texto anterior es un pequeño pasaje perteneciente a la obra 13’99 euros, de Frédéric Beigbeder. Ese pequeño pasaje basta para hacer reflexionar a alguien sobre el mundo en que vivimos, en el que prácticamente todo se hace con dinero, en el que nunca se está conforme, en el que cada vez se quiere más y más, con lo que, desgraciadamente, caemos de lleno en el consumismo. A este respecto, destaco la última frase del pasaje, que dice así: En mi profesión nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.

La sociedad del consumismo no tiene límites; mientras unos aumentan su poder adquisitivo, se le disminuye a otros sin distinción alguna.  Caemos en un consumo excesivo de cosas innecesarias que compramos a saber por qué, pero no solo nosotros somos responsables de esta sociedad de consumo, pues fábricas y empresas quieren vender cada vez más y más, y destaca en este sentido el concepto de “obsolescencia programada”.

Este concepto hace referencia a la programación de la vida útil de un producto, es decir, determinar que el producto quede obsoleto, inservible, pasado un tiempo determinado. ¿Por qué se hace esto? Porque beneficia a los empresarios, ya que obligan al consumidor a seguir consumiendo, a pesar de que el producto sin programar la obsolescencia duraría mucho más, y como ejemplo ocurrió con las medias de nylon que fabricaba la empresa Dupont hacia 1938, que eran muy resistentes, demasiado; por lo que para que la gente siguiese comprando, se comenzaron a fabricar medias menos resistentes.

En los tiempos que corren, en el contexto de la crisis económica y financiera, solemos “tirar” hacia lo que sabemos que nos va a durar, pero aún así tenemos un concepto equivocado de “durar”, pues una bombilla no tiene por qué tener una vida útil de unas 1000 horas, sino que podría llegar a estar 100 años encendida sin quedar obsoleta (http://www.centennialbulb.org/cam.htm). Nos ponen difícil eso de ahorrar pese a estar atravesando esta difícil crisis. En lo que se refiere al pasaje de Frédéric Beigbeder, se expresa ahí la idea de la obsolescencia por modas, es decir, que el producto se vuelve obsoleto porque ya no está de moda, pero hay otros tipos, como es la tecnológica, que consiste básicamente en determinar en un producto cuándo quedará obsoleto o cuándo se le ha de estropear una pieza, que curiosamente cada poco tiempo cambia de características para que tengas que comprar un aparato nuevo.

En fin, este texto era una crítica al consumismo y cómo afecta a la sociedad en cuanto a la desigualdad, en cuanto a cómo las fábricas cada vez quieren producir más y más y, en consecuencia, vender más y más (obsolescencia programada) o respecto a cómo explota al consumidor (que lo vuelve consumista “por encima de sus posibilidades”), entre otros aspectos.


Consumir hoy en día es existir, pero... ¿consumir es realmente necesario?

José Manuel Sanz

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